Introducción.
Mariposa adulta, imago
Huevecitos de mariposas
Si quieres ser mariposa antes serás
oruga que no gusano
Crisálida o pupa, en
capullo o no
Mariposa, ¡por fin!
Grupos: Mariposas diurnas (Ropalóceros) y
nocturnas (Heteróceros).
Introducción.
Alguna vez, todos nos hemos sentido atraídos por el aleteo multicolor
de una mariposa. Si el día en el que la observamos hace viento, aún nos
asombraremos más al ver cómo, con su vuelo inquieto y quebrado, sube y
baja, va de un lado a otro, parece que es arrastrada, pero esquiva
ramitas, plantitas y avanza en contra del viento; parece un vuelo tan
torpe con esas alas tan frágiles… Pero si nos adentramos en el mundo de
las mariposas nos sentiremos fascinados descubriendo
misterios como el del color de las alas, el ciclo de su vida, o el de
su alimentación, y nos sentiremos enojados con sus enemigos, sobre todo
con los efectos devastadores de la actividad humana…
Esa imagen bucólica que desprende una mariposa: de belleza y
efemeridad, corresponde científicamente a un grupo de insectos
artrópodos llamados
lepidópteros
(del griego,
lepis = escama y
pteron
= ala) y son los terceros en cantidad de especies, después de
los
coleópteros (escarabajos)
y de los
himenópteros
(abejas, avispas y
hormigas). Hay descritas más de 160.000 especies en el mundo de las
cuales 4.500 pertenecen a la Península Ibérica y de éstas sólo 210
corresponden a mariposas diurnas.
Antes que nada debemos recordar que una mariposa no es más que una de
las fases, la final, de las cuatro por las que pasa en su ciclo vital.
Así mismo debemos decir que un lugar donde abunden las mariposas es
señal de salud ambiental: son buenas bioindicadoras.
Mariposa adulta, imago.
El imago, que así es como llaman al insecto adulto y que todo el mundo
reconoce como mariposa, tiene el cuerpo recubierto por una capa
quitinosa, a modo de esqueleto externo, más o menos dura, protegiendo
así los órganos internos y queda dividido en tres zonas bien
diferenciadas: cabeza, tórax y abdomen.
En la
cabeza, lo más notable
son los órganos sensoriales:
primero, el par de antenas que en las diurnas (ropalóceros) acaban en
maza (claviformes) y en las nocturnas (heteróceros) toman un sinfín de
formas diversas; a través de ellas consiguen recoger información del
medio como vibraciones, olores… incluso en algunas especies nocturnas
sólo los machos son capaces de detectar las feromonas de sus hembras,
así de esta forma, ellas, pueden hacer notar su presencia a gran
distancia (más de 1500 m en el caso de los pavones nocturnos,
satúrnidos) únicamente a sus pretendientes y pasar desapercibidas para
los posibles depredadores.
Tienen en la base de las antenas unas cerdas que les proporciona
información de orientación y de velocidad de vuelo.
Los ojos, situados a ambos lados de la cabeza, están compuestos
por cientos de facetas con forma de celdillas obteniendo así una imagen
en mosaico pero nítida.
De la boca lo más notorio es la espiritrompa, un tubo chupador
enrollable entre los palpos, con la que succionan (liban) néctar de las
flores, líquidos azucarados de las frutas maduras, así como las sales
disueltas en el agua… Aunque también hay especies (hepiálidos) que no
sólo no tienen probóscide (espiritrompa) sino que no se alimentan, ya
que viven gracias a las reservas que acumuló en el estadio de oruga.
El
tórax está formado por tres
anillos; del segundo y tercero salen las
alas membranosas, dos pares, -aunque también hay especies ápteras (sin
alas)- que están totalmente recubiertas de diminutas escamas
imbricadas, al igual que en casi todo el cuerpo. Las escamas, pelos
modificados, son huecas y con pigmentos de color que palidece poco a
poco con la muerte del animal; su superficie tiene aristas
longitudinales con una separación de una micra, de modo que al estar
tan juntas interfieren en la reflexión de la luz y producen esos
colores iridiscentes y tornasolados que tanto nos llaman la atención
cuando miramos las alas desde ángulos distintos. Algunos machos tienen
unas escamas especiales (
androconias)
que están conectadas a glándulas
olorosas de la membrana alar; la esencia sale al exterior a través de
la escama hueca, ayudada esta dispersión por diminutos penachos que hay
sobre las escamas.
Como todos los insectos, las mariposas tienen tres pares de patas
instaladas cada par en uno de los anillos del tórax, en algunas
especies (ninfálidos) el primer par está tan atrofiado que parece
ausente. No sólo les sirven para posarse en las ramitas o para dar,
rara vez, breves pasos, sino que en algunos casos les sirven para oler
y escoger la planta nutricia (donde colocará sus huevos) o la comida a
la hora de libar, ya que las patas disponen de unos especiales órganos
olfativos.
Por último, el
abdomen,
formado por diez anillos donde se aloja el
aparato digestivo y el circulatorio, donde el corazón es el responsable
de hacer circular los líquidos corporales por todo el cuerpo, incluidas
las venaciones alares, tan interesantes de observar en la emergencia
del adulto.
Muchas mariposas nocturnas disponen, a cada lado de la base del
abdomen, de unas protuberancias de paredes finas, son los oídos,
fáciles de observar en las geométridas y noctuídas.
Y lo más importante de esta fase, y para lo que fue diseñada, se
encuentra al final del abdomen donde están situados los órganos
reproductores: los machos con dos valvas móviles y el órgano copulador
(
edeago), y las hembras con
bolsas que recogen el esperma tras el
apareamiento.
Huevecitos
de mariposas.
Los huevos tienen formas muy distintas: como perlas nacaradas, o lisos
y brillantes, o ásperos, planos, abombados….Son puestos sobre la planta
nutricia que es elegida a través de los órganos “gustativos” de los
pies, aunque hay quien los pone en cualquier sitio y quien los arroja
desde el aire y que la suerte les acompañe, estos casos son los de las
orugas que suelen alimentarse de raíces o de varias plantas, pero
normalmente son adheridos a tallos o al envés de las hojas,
sujetos con una secreción pegajosa que se endurece al contacto con el
aire. La probabilidad de éxito es inversamente proporcional a la
cuantía de la puesta, es decir, cuanto más descuidada sea la puesta,
más cantidad de huevos habré de poner para asegurar la descendencia, o
lo que es lo mismo, cuantos más huevos ponga, menos me tendré que
preocupar de elegir bien la planta apropiada.
La cantidad de la puesta es muy variada, desde una docena hasta más de
mil, y va relacionado con el tamaño.
Si las condiciones medioambientales son las adecuadas algunos
eclosionan a los pocos días -lo habitual es de dos o tres semanas- y
otros lo hacen tras largos períodos, incluso pueden pasar el
invierno en este estadio, sobre todo las que hacen su última puesta al
final del verano.
Si
quieres ser mariposa antes serás oruga que no gusano.
Cuando la larva está lista sale al exterior comiéndose la cáscara del
huevo (
corion), algunas la
devoran entera ya que supone una
fuente de energía para los primeros pasos que se le avecinan. Ya es una
oruga con
cabeza bien desarrollada, tres pares de patas torácicas y normalmente
cinco propodios, cada uno de éstos dispone de un anillo de ganchos que
les dará una buena sujeción en el soporte, por eso nos cuesta bastante
separar una oruga de su ramita cuando queremos cogerla con cuidado y
ella se resiste.
Unas se alimentan de raíces, otras de frutas o flores, pero la gran
mayoría de orugas se alimentan de hojas, incluso algunas van comiendo
dentro de la hoja entre la superficie inferior y superior haciendo
túneles transparentes; pero todas ellas emplean incansablemente sus
fuertes mandíbulas para comer sin apenas descanso. Este descanso suele
darse después de cada muda, acompañado de un crecimiento muy rápido.
Las mudas varían de tres a nueve pero lo más corriente son cinco, en un
período que va de tres semanas a nueve meses, si es que pasan el
invierno en esta fase de oruga.
Este período larvario es el más peligroso ya que son especialmente
sensibles a virus, bacterias, parásitos, predadores, y son
relativamente pocas las que pasan a la fase de pupación (crisálida);
las orugas de la mariposa de la col o la del olmo son especialmente
sensibles al parasitismo (hasta un 80%) por parte de himenópteros del
grupo de los icneumónidos y bracónidos que les introducen los huevos en
su cuerpo alimentándose de la oruga sin atacar órganos vitales, hasta
la emergencia de las orugas para pupar y avistar por fin las avispillas
dejando a la portadora exhausta y muerta.
Mientras comen, la mayoría de ellas se encuentran expuestas a los
predadores y para evitarlos recurren a multitud de trucos como las que
se esconden bajo “tiendas” elaboradas por ellas, ya sea con una
cubierta de seda o bien curvando o agrupando hojas atadas con hebras;
algunas se dejan caer ante el peligro pero otras emplean una cuerda de
seguridad y se quedan colgando algo más abajo hasta que pasa el
peligro, momento en el que vuelven a trepar por su hilo salvador hasta
arriba.
Otras recurren al camuflaje con colores verdes y pardos para
parecer hojas y ramitas; los casos más llamativos son los de las
geómetras que llegan incluso a tener verrugas que simulan yemas de la
ramita sin hojas.
A veces encontramos casos de orugas tan vistosas y atractivas que no
entendemos cómo es que las aves no hacen presa en ellas, es debido a
que tienen un sabor tan desagradable que los predadores lo relacionan
enseguida. Muchos otros insectos han aprendido esta lección y, aun
siendo de sabor no desagradable, adoptan las coloraciones de los
repelentes y son así respetados por los predadores. Las coloraciones
más exitosas para esta estrategia son negro con amarillo o con
rojo.
Pelos más o menos urticantes y con efecto repelente es
otro de los recursos que emplean para evitar ser comidos por aves,
lagartos y otros enemigos. Algunos son molestos incluso para humanos.
Todas las orugas tienen un par de glándulas salivales especialmente
diseñadas para elaboración de la seda, y disponen, además, de unas
glándulas accesorias que producen un líquido viscoso pero de
secado muy rápido que le confiere adherencia y dureza rápidamente.
Crisálida o pupa, en
capullo o no...
Una vez que la oruga ha crecido totalmente se encuentra dispuesta a
pupar, deja de comer y busca un sitio adecuado para pasar esta fase; es
ahora cuando la vemos cruzar carreteras o caminos. Este lugar de
pupación será para unas enterradas en el suelo o entre raíces,
hojarasca, musgo, o unida a la planta nutricia… pero cualquier lugar
que elija cada especie habrá sido escogido con sumo cuidado. Un ejemplo
de ello lo es el caso de las orugas que se alimentan de la madera de
árboles las que, llegado el momento, se aproximan al exterior del
árbol de forma que la mariposa al salir sólo tendrá que atravesar una
finísima película que la separa del exterior.
La formación del capullo al estilo de la mariposa de seda parece ser
que está perdiéndose en bastantes familias como es el caso de la
mayoría de las especies diurnas, la excepción la encontramos en las
hesperias que siguen tejiendo entre hierbas y plantas nutricias su
capullo de seda.
La mayoría del resto de nuestras mariposas pupan sin ningún tipo de
protección unas ceñidas por una banda o faja de hebras de seda y otras
suspendidas, colgadas cabeza abajo; para ello fabrican una almohadilla
de seda fijada al soporte elegido y la pupa se aferra a ésta con un
gancho (
cremáster) situado en
la parte inferior de la pupa.
Tanto la oruga encerrada dentro del capullo como la que pupará
sin la protección de seda ayudándose de hábiles contorsiones de los
ganchos del cremáster, se desprenden por última vez de su piel, van
transformándose en pupas, su cuerpo se hace más corto, se recubren de
un caparazón quitinoso, brillante, quedando inmóviles. En esta fase no
se relacionan con el exterior, todo lo más alguna contorsión de los
últimos segmentos del abdomen si son demasiado molestadas. Sin embargo
esta calma externa choca con la cantidad de cambios que se están dando
en su interior, es la transformación más espectacular del largo proceso
de metamorfosis que está sufriendo el individuo en su ciclo
vital: se destruyen los tejidos y estructuras de la oruga, que se
disuelven y se reabsorben (histólisis), excepto unos grupos de
células (discos imaginales) que se encargarán de regenerar
(histogénesis) todos los tejidos y órganos del insecto adulto.
En las crisálidas poco a poco empiezan a notarse a través de la
cutícula de la pupa como van apareciendo la espiritrompa, las alas, las
patas, los ojos… y ya cerca de la emergencia de la mariposa hasta los
colores y venas alares.
Mariposa,
¡por fin!
Y ahora tiene que romper esta cutícula para poder salir convertida,
sólo aparentemente, en un nuevo ser; la rasga por la zona más fina,
entre la cabeza y el tórax, poco a poco va sacando antenas,
espiritrompa, patas, con las que busca un asidero para poder tirar y
sacar el resto del cuerpo, por fin salen las alas, unos muñones
arrugados, plegados; ahora buscará un lugar donde secar el cuerpo y sus
alas, normalmente cuelga hacia abajo de un ramita, el corazón va
bombeando la hemolinfa para llenar las venas y capilares que
extenderán las alas hasta alcanzar el tamaño definitivo; en poco
tiempo, unos minutos, la quitina del caparazón se solidifica y
endurece, lo mismo ocurre en las alas.
Ya está lista para la principal función de esta 4ª fase que es la de la
procreación y no hay nada más rápido para conseguir este fin que volar
para buscar pareja, aunque hay casos (satúrnidos, bombícidos) en los
que la hembra nada más salir del capullo (dispone de un líquido
ablandador para separar y romper los hilos de seda) se encuentra
rodeada de varios machos atraídos por su olor.
Y a vivir (volar) que son dos días.
Grupos:
Mariposas diurnas (Ropalóceros)
y mariposas nocturnas (Heteróceros).
Tradicionalmente se ha distinguido entre las mariposas que todo el
mundo entiende como tales, las "mariposas
diurnas" o
ropalóceros, y las
polillas, "mariposas nocturnas" o
heteróceros.
Se trata de una distinción que no puede mantenerse con criterios
científicos pero que, por contra, resulta práctica para una primera
aproximación al estudio de los lepidópteros.
Con notables salvedades, el grupo de los
ropalóceros,
"mariposas diurnas",
comprende
a aquellos lepidópteros de hábitos diurnos, de colores vivos, que
cuando
se posan pliegan sus alas perpendicularmente a su cuerpo y que
presentan antenas cuyos extremos terminan en forma de maza, de clavo o
de botón, similares tanto para el macho como para la
hembra.
Los
heteróceros,
"mariposas
nocturnas", se caracterizan por hábitos de vida nocturnos,
colores más apagados (crípticos en muchos casos), cuerpo más bien
robusto y peludo, que cuando se posan pliegan sus alas de modo
horizontal, a manera de tejadillo, nunca verticales sobre el cuerpo, y
cuyas antenas presentan extremos de formas muy diversas (filiformes,
aserradas, falciformes, plumosas, pectinadas, etc), extremos que suelen
ser distintos
para cada sexo.
Esta clasificación, repetimos, resulta por completo artificial y
contiene numerosas excepciones. Podemos mencionar el caso de los
zigénidos, cuyo morfología corporal y forma de plegar las alas nos
remite inmediatamente al grupo de las "
nocturnas"
pero que, sin embargo, exhiben un patrón de coloración muy llamativo y
son de costumbres totalmente diurnas. En el otro grupo, también nos
podríamos fijar en los colores poco vistosos y el aspecto general de
polilla de
algunos hespéridos que, por contra, englobamos en el grupo de las "
diurnas".
A pesar de ello, y asumiendo, por supuesto, las limitaciones de esta
"clasificación", en la organización de la página web hemos seguido esta
distinción por motivos de utilidad, de modo que desde esta página de
generalidades sobre lepidópteros invitamos a continuar la visita por
las siguientes secciones:
Para más información sobre
aspectos relativos a anatomía y morfología de Lepidópteros
recomendamos la consulta de esta magnífica taxoficha editada por
Biodiversidad
Virtual :
Esquemas de Anatomía
y Morfología. Lepidópteros.
Sobre diferencias entre
Ropalóceros y Heteróceros puede consultarse, por ejemplo, el
siguiente texto:
Mariposas diurnas y
nocturnas: las siete diferencias básicas.